miércoles, 27 de agosto de 2014


Ustedes creen


 

                            Ustedes creen que yo me enamoré de ella porque es escritora de cuentos eróticos. La leche derramada en la mesa después del temblor goteaba desde el mantel al piso de azulejo con la insistencia de cactus en medio del desierto. No, no me enamoré de ella porque sea escritora y nunca pensé siquiera que su sensibilidad pueda influir en mi forma de percibirla. Percibir. Como perciben los ciegos los olores del jardín, así en medio de la laguna de mis ideales, pude sostener un sueño en forma de salvavidas, para asirme a las fotos de su aventura imperceptible.

                            Ustedes creen que yo me enamoré porque es bella y sus rasgos compiten con las esculturas inmortales y sus ojos figuran entre los destellos del cielo en busca de planetas habitables. No, no me enamoré por bella. Su clima dejó secar la leche derramada, y empezó a heder a misterio de tártaro. Mis ojos libres la perseguían como se persigue al papalote desde la tierra, con la mirada fija y el corazón lleno de infancia y sudor en las manos y en el alma.

                             Ustedes creen que yo me enamoré de ella porque descubrí con el tiempo secretos de su esencia. Ella es uno de esos seres de la mitología griega que cantan sus andanzas bajo el agua. Y aprendió a vivir en la apnea y aprendió los colores que nutren los poros con líquido que acaricia la piel, y somete, y pesa en las profundidades oscuras, en los rincones de la vida. No, no me enamoré de ella porque sea una sirena o delfín, o un caballo de mar en celo, y si fuere también un dragón o algún dios con escultura en los museos. La Victoria Samotracia por ejemplo, tiene su cuerpo y sus telas húmedas la abrazan. Pero ella se baja del navío inflexible con sus personajes de vacunos galopantes y se acuesta en medio del pajonal a regalarle flores al fotógrafo y hacer el amor con sus furores desbocados.

                             Entonces pienso que ustedes creen que yo me enamoré de ella, y no sé porque piensan eso, si apenas he nacido en este mundo, voy dando pasos de crisantemos o madreselvas y voy avanzando lento en el enrejado o asido a las paredes mustias de las fábulas. Cuando llegue a su lado con mi cargamento, la vida se habrá encargado de llenar su cama con nostalgias, y será otra la mujer de quien estoy hablando. Pintaré una marina con reflejos azules sobre el horizonte y la espuma desnuda acariciará el puerto, para colgarla sobre el espaldar de la cama, que quede incinerada y quieta toda la ceniza después de la fogata.

                             Ustedes creen que yo me enamoré, pero no se dé quien me está hablando, si yo nunca, nunca me he enamorado.

 

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